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Visita botánica al Parque del Oeste

PARQUE DEL OESTE

Especies más importantes que veremos durante el paseo:

Esta es la lista de las 20 especies que se verán durante la visita. La selección tiene un interés botánico. Durante el paseo pueden llegar a verse hasta 60 especies diferentes, de las que destacamos: Arce negundo Acer negundo , Olmo Ulmus minor , Gingko Ginkgo biloba, Haya Fagus sylvatica Tilo Tilia plathyphyllos, Nogal negro Juglans Nigra, Eucalipto rojo Eucalyptus camaldulensis, Roble Quercus robur, Higuera Ficus carica, Chopo lombardo Populus nigra,  Sequoia gigante Sequoiadendron giganteum , Cedro del Himalaya Cedrus deodara, Pino piñonero Pinus pinea, Ciprés de Lawson Chamaecyparis Lawsoniana, Álamo blanco Populus alba, Plátano Platanus hispanica, Almez Celtis australis, Tejo Taxus baccata, Madroño Arbutus unedo, Abedul Betula alba.

Introducción histórica al Parque del Oeste

Hasta finales del siglo 19 y aparte de la tela Madrid sólo contaba con un parque público el del Buen Retiro, situado en su parte oriental y surgido de la apertura al pueblo del antiguo Real Sitio del mismo nombre.

Ante la escasez de este tipo de zonas verdes el Ayuntamiento, siguiendo lo que se estaba realizando en otras capitales, se decidió crear otro parque, en este caso hecho ex novo y ubicado en la zona del oeste, de ahí su nombre.

En 1893 las autoridades municipales, presididas por el entonces alcalde Alberto Aguilera, conseguían que el Estado les cediese, por Real Orden de 28 de enero, casi 850.000 metros cuadrados de la montaña del Príncipe Pío, que se hallaba en claro de estado de abandono. Ésta formaba parte del desaparecido Real Sitio de la Florida que Carlos IV mandó construir en 1792, tras comprar la posesión del mismo nombre a la marquesa de Castelrodrigo. Partiendo de esta finca, situada en la parte noroeste de la villa y que se componía de un palacete, jardines de tipo renacentista, zona de huertas y frutales, etcétera., este Real Sitio se amplió por la segregación de otras posesiones, como las llamadas Junquera y Huerta de la pajarera, entre otras. Entre ellas destacaba la finca de La Moncloa, adquirida en 1795, después de haber pertenecido a un sobrino del conde-duque de Olivares, el marqués de Liche. A la muerte de éste, acaecida en 1187, heredó la finca su hija, casada con el X Duque de Alba. Desde entonces tuvo distintos propietarios, hasta que fue adquirida por la duquesa viuda de Arcos, quien realizó en ella numerosas mejoras. Cuando la duquesa murió en 1784, la Moncloa pasó a ser propiedad de su hija María Pilar Teresa Cayetana de Silva, XIII duquesa de Alba. La finca se convirtió en una de las posiciones favoritas de la duquesa quién la frecuentaba a diario. Realizó importantes obras de mejora incluso compró algunos terrenos para ampliarla, hasta convertirla en una finca recreativa y muy productiva, en la que, entre otras cosas, se cultivaba la vid, y en la mantequeria que realizara en la parte baja del palacete, se elaboraba mantequilla. El edificio se reformó en una sencilla construcción de dos pisos con vanos adintelados. Tras la reforma que se llevó a cabo a mediados de la década de los 50, la construcción presenta otra apariencia dos puntos sus muros son de ladrillo visto sobre los que destaca la piedra blanca, mientras que la cubierta es de pizarra. En la actualidad es la residencia del presidente del Gobierno.

Este palacete siguió gozando del favor de los jefes de las tropas francesas durante la invasión napoleónica ya que tanto el general Murat como José I residieron en el durante algún tiempo. Al igual que el resto de las posesiones del Real Sitio de la Florida, el deseado Fernando VII encontraría esta finca de La Moncloa prácticamente destruida, habiendo de emprender la restauración completa del lugar. Se construyeron algunos curiosos caprichos arquitectónicos, como las llamadas casas del Choricero, del Duende, etcétera., y hasta una pequeña plaza de toros a la vez que se intentó recuperar la también destrozada fábrica de porcelanas del Buen Retiro. Para ello, a partir de 1817 el rey mandó trasladar los pocos restos que quedaban de la fábrica que fundara Carlos III, así como a sus operarios, encabezados por su director, Bartolomé Sureda, que continuaron su labor en la desde entonces denominada fábrica de la China de la Moncloa, germen de las dos que vemos en este recinto.

En 1830, Fernando VII cedía en usufructo a su hermano parte de este Real Sitio, conocido como Montaña del Príncipe Pío, que llegaría a ser un agradable lugar de carácter productivo y recreativo.

Al contrario de lo que sucedía con el Buen Retiro que fue convertido en parque público, consecuencia de la revolución de septiembre de 1868, la Florida desapareció como zona verde. Sobre parte de su superficie se levantaron nuevos barrios, como los de Argüelles y Moncloa, aprovechándose algunos de sus edificios para instalar en 1885 la Escuela Central de Agricultura. Asimismo, se construyó el Gran Cuartel de la Montaña de Príncipe Pío.

Aunque en 1894 la Compañía Económica del Norte de Francia, con motivo de intentar que se celebrará una exposición universal internacional y colonial, ya había propuesto realizar en esta zona un parque, que se denominó también del Oeste, hubo que esperar a 1899, siendo alcalde el marqués de Aguilar de Campoo, para que diera comienzo de las obras paralizadas pocos meses después debido a la falta de recursos económicos.

En 1889, Celedonio de Rodríguez y Vallejo, ingeniero agrónomo, comenzó a trabajar en el diseño del Parque del Oeste. Al principio fue sobre unas 37 hectáreas iniciales de la referida montaña, superficie que iría aumentando posteriormente. En 1885, tras su jubilación, tomó el mando Cecilio Rodríguez.

Las primeras obras se centraron en llevar a cabo en los correspondientes movimientos de tierra para crear marcados desniveles.

Siimultáneamente, se realizaron las nuevas dotaciones de agua, a la vez que se iban plantando las praderas. Con todos estos elementos se crea un claro ejemplo de parque paisajista. Pocos años después Javier de Winthuysen decía … sustituyendo a la naturaleza, se forman agrupaciones de árboles, contraste de luz y color, serpenteo de calles, hermosos tapices de verdes perennes; obra exótica norteña sostenida artificialmente por riegos constantes, con una humedad excesiva del suelo, en desequilibrio con el ambiente natural seco…

Además de construir un estanque, que no se conserva, Rodrigañez convertiría el Arroyo de San Bernardino en una ría de 600 metros de longitud que fue restaurada a principios de los años 2000. Comenzaba y acababa en estanques, estaba cruzada por rústicos puentes, y no faltaban cascadas. Sobre una de las colinas se construyó la denominada ‘Sombrerilla’, flanqueada por rocallas, y constituida por una sencilla construcción de planta octogonal y una superficie aproximada de 170 metros cuadrados, hecha a base de troncos de madera y cubierta de paja. Su situación en un punto alto del parque la convertía en Mirador.

Se construyó el Paseo de Coches, muy habitual en los parques públicos, como era el caso del que ya existía en el Retiro. El nuevo parque se ornamenta con diversas fuentes, de las que caben destacar la de la Fama, que hoy se encuentran los jardines de Pedro de Ribera. La Fuente de la Salud era un lugar muy concurrido debido a que sus aguas se les atribuían propiedades medicinales, motivo por el que se pensó e incluso en construir un balneario. La idea se desechó al descubrirse que las aguas contenían bacilos peligrosos, por lo que la Fuente fue clausurada.

En este escenario se levantaron diversas esculturas, alguna de las cuales afortunadamente se conservan. Destaca la que Miguel Blay dedicada al doctor rubio y Galí, cuya figura se hizo en piedra, siendo de bronce la de la mujer y los niños que le rinden homenaje, así como la dedicada a Concepción Arenal, realizada en piedra por el escultor José María Palma Burgos, siendo el arquitecto Pedro Muguruza quien diseñará el pedestal. Pero quizá la obra de mayor resalte fuera del monumento a los mártires de la guerra de Cuba, desgraciadamente desaparecido. Se levantaba sobre una pequeña colina y consistía en un clasicista templete formado por 4 pares de columnas corintias pareadas que sostenían un entablamiento, rematado por cuatro frontones y otras tantas columnas. Sobre el templete aparecía un globo terrestre que servía de soporte a una estatua de la Fama, erigida sobre una columna. En el interior del templete se colocó una escultura dedicada a la patria.

Como consecuencia de la Guerra Civil, el Parque quedó prácticamente destruido ya que fue uno de los frentes en dicha contienda, restando incluso algunos búnkeres por la zona septentrional. Estel bello parque fue escenario de cruentos combates y de la guerra de minas,  quedó deshecho completamente, convertido en un páramo sin árbol alguno.

En la década de los 40 se llevó a cabo la reconstrucción del parque, manteniéndose el primitivo trazado paisajista. Simultáneamente, se fueron haciendo importantes plantaciones que han servido para configurar una frondosa superficie de gran importancia botánica, compuesta por acacias, arces, chopos, nogales, abedules, eucaliptos, ailantos, olmos, álamos, tilos, prunos, etcétera. Destacan sobre todo las coníferas, con muy buenos ejemplares de pinos, abetos, tejos, sequoyas y cedros, llegando a sumar más de 8000. Tampoco faltan arbustos, entre los que destacan alteas, celindas, fotinias, bambú, espino de fuego…

En 1992, como en otros importantes parques, se realizó la llamada ruta botánica, que permitía conocer el nombre y las características más importantes de los ejemplares más destacados. Actualmente ha sido retirada.

Asimismo se acotó una zona como observatorio de aves, por lo que también es notable su gran riqueza ornitológica.

A lo largo de los años el Parque del Oeste ha ido aumentando su superficie hasta alcanzar las 98 hectáreas que tiene actualmente. Entre dichas ampliaciones conviene destacar la del  parque de La Tinaja, inaugurado en 1973, con unos 17.000 metros cuadrados de superficie, y donde se encontraban los restos de la desaparecida fábrica de cerámica.

Fuente: Carmen Ariza y Óscar Masats. ‘Jardines, Paseos arbolados, Plazas y Parques de Madrid’. Editado en 2001 por el Ayto. de Madrid y Lunwerg Editores.

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