Visitarb en el Museo del Prado
Recorridos por el Museo del Prado con la vista puesta en ‘lo vegetal’
En nuestro afán por abarcar otras dimensiones y perspectivas desde las que disfrutar de los árboles (y plantas en general), os proponemos la actividad Visitarb El Museo del Prado, cuyo objetivo es acercarse a la representación tanto iconográfica como simbólica presente en algunos de los artistas más significativos de nuestra Pinacoteca Nacional.
En los recorridos que proponemos por las infinitas salas del Prado, disfrutaremos en apreciar cómo la particular sensibilidad de los artistas otorga distinta importancia a los árboles, y en general a los elementos vegetales. Pondremos especial atención a la forma como nuestros pintores utilizan la dimensión, perspectiva, estacionalidad, colorido, textura y sombra para expresarnos sus puntos de vista de un modo realista e intelectual o de forma más imaginativa, sugerente y emocional.
A lo largo de nuestras contemplaciones nos preguntaremos si en la pintura que estemos observando, el árbol está siendo tratado como un personaje individual o de modo más colectivo y genérico.
En aquellas representaciones más individualizadas, analizaremos si el árbol llega a alcanzar el estatus de un personaje. Así, nos cuenta Cristina Alejos, “ un árbol puede ser gigante, robusto, enclenque, pequeño, precioso, moribundo, frágil, florido, recargado, solitario, etc. Y no sólo con lo relativo a su figura el artista nos está trasmitiendo emoción y perspectiva, sino que puede también expresarnos el momento o estado: puede indicarnos las estaciones del año en que se desarrolla la escena, o puede aportarnos un significado especial según que ese árbol pintado esté torcido, tumbado, retorcido, recto, roto, dañado, invadido, etc” . Estos aspectos son como el vestuario de un actor y pueden modificar o por el contrario, reafirmar, el símbolo general del árbol como manifestación del crecimiento con sus funciones protectora y nutriente, el desarrollo, el paso del tiempo, el arraigo en la tierra, la ascensión liberadora o la genealogía…
Incluso las partes y elementos propios del árbol pueden ser muy expresivas por sí mismas, según se represente el tronco, las hojas, las flores, las raíce u otros elementos que se incorporan (columpios, guirnaldas, personas, frutos, animalillos, etc.)
Los árboles pueden estar también presentes en una pintura formando bosques, selvas, parques o jardines, representando en estos casos un tema distinto al árbol individual. Son un grupo y poseen una entidad y fuerza distintas. Así podremos disfrutar de una gran variedad de manifestaciones, en las que pueden formar parte del cuadro o constituir el propio espacio del cuadro en sí mismos, como en el caso de la representación tan simbólica del jardín medieval o de la interpretación del paisaje en el siglo XIX.
“El jardín de las delicias” de El Bosco, es un ejemplo peculiar de simbolismo, nos asomamos a un mundo fantástico en el que flores y frutas representan la felicidad y el placer, un desenfreno que desemboca en locura y al final en el infierno. Un Jardín con árboles de simbología oculta (el Drago canario o el hombre árbol) que junto a animales y seres humanos conforman un paisaje repleto de historias.”
Por el contrario, en la obra del paisajista Carlos de Haes, (con poca representación actual en las salas del Prado, pero sí en su Colección) nos es fácil encontrar los pinos, encinas, hayas, palmeras o robles, ya que su dibujo es preciso y realista.
El bosque, continua diciendo Cristina Alejos, “visto desde fuera simboliza y denota un lugar al que se entra, ya sea con miedo, alegría, aventura, aunque mayoritariamente cuando se ve desde fuera refleja el acto de entrar. De este modo puede ser similar a “abrir puertas”, “caminos” o “perspectivas”, y genera un movimiento hacia adelante.
El bosque lejano suele ser muy decorativo y es un elemento que aplica belleza a la pintura sirviendo como fondo para que adquieran relevancia las figuras o siendo figura en sí mismo.
Adentrarse en el bosque o el jardín aporta mucho juego pictórico por la belleza del espacio y contribuye a que el observador obtenga con sus propias sensaciones personales, una mayor profundidad y sensibilidad del ambiente representado (aire, murmullos, cantos de pájaros, fragancias, vida y diversidad…).
Tampoco olvidaremos que los árboles se relacionan con la tierra, el agua y el aire. El fuego y el árbol son utilizados para representar la muerte o los inviernos helados.
En nuestras sucesivas visitas al Prado, tendremos también ocasión de asomarnos a la variada simbología que las distintas especies han tenido y tienen en distintas partes del mundo occidental.
En los materiales didácticos incorporamos un sencillo cuadro generalizante de correspondencias simbólicas.
Una consideración importante:
No obstante, sea cual sea el recorrido que realicemos, los cuadros que observemos o la temática que elijamos, el árbol no deberá impedirnos ver el bosque, ni cualquier bosque o jardín debería ser el protagonista que captase toda nuestra atención al contemplar una obra pictórica.
Los artistas pintores pretenden mucho más que ser dibujantes realistas y “nos exigen” que al mirar su obra obtengamos una experiencia infinitamente más rica y global que conseguir datos para una clasificación o quedarnos adheridos en simples detalles de cualquiera de sus temas ( caras, vestidos, joyas, construcciones). En nuestro caso, sería lamentable que en un afán por destacar lo vegetal perdiésemos de vista la potencia expresiva de una obra de arte.
Por el contrario, lejos de un reduccionismo simplista, las visitas a esta maravillosa pinacoteca madrileña, ampliarán nuestra capacidad para admirar y emocionarnos no con la naturaleza misma, como consiguen los parques, pero si con la interpretación y el trabajo inspirado en ella que realizan los artistas.