Asamblea arbórea: Habla el plátano
PLÁTANO.– Agradezco tus amables palabras, arbusto valiosísimo extendido por toda Europa, cuyo cultivo, muy antiguo, ya era valorado en la prehistoria humana. Tus virtudes, Avellano, han hecho que te celebren los escritores de la antigüedad. Yo fui venerado en el Oriente desde tiempos que escapan a la memoria. Heródoto (1) escribe que el monarca persa Jerjes encontró en la Lidia un enorme plátano que provocó en él tal admiración que lo mandó adornar con joyas y le puso guardia de honor. Posiblemente lo consagraría a alguna divinidad persa, aunque yo no estuve allí para dar detalles concretos del hecho. El mundo grecorromano me consagró al genio de cada individuo y al espíritu tutelar de quien lo plantaba. Mis hojas y flores adornaban los altares de estos espíritus tutelares. Fui honrado de forma muy especial en la antigua Grecia. Los griegos me consideraban un árbol de paz y sentían por mí un especial cariño. Sócrates juraba “por el Plátano”. Temístocles echó en cara a los atenienses que le trataran como a un plátano, bajo cuyo follaje se refugiaban cuando caía la lluvia. En Atenas, los grandes hombres se reunían para conversar bajo mis árboles. Un escritor del siglo pasado lo recuerda:
“Así pensaba el entusiasmado; tales eran sus sentimientos. Y la embriaguez marina, unida a la reverberación del sol, acabaron desplegando ante sus ojos una fascinante escena: vio el viejo plátano no lejos de las murallas de Atenas, vio aquel lugar sagrado y umbrío, embalsamado por el aroma del sauzgatillo en flor y exornado por estatuillas votivas y ofrendas piadosas depositadas en honor de las ninfas y del Aqueloo. Al pie del árbol de frondosas ramas corría el límpido arroyuelo sobre un lecho de guijarros lisos, y las cigarras poblaban el aire con sus chirridos. Pero sobre el césped, cuya suave pendiente permitía mantener la cabeza en alto incluso estando echado, reposaban dos hombres que se habían guarecido allí de los ardores del día: un viejo y un joven, uno feo y el otro bello, el sabio junto al digno de ser amado. Y alternando cumplidos con toda suerte de bromas e ingeniosos galanteos, Sócrates instruía a Fedro sobre el deseo y la virtud”.(2)
(1) Heródoto es un historiador griego del siglo V a.C.
(2) Thomas Mann .“La muerte en Venecia”.
Con respeto religioso conservaban los griegos dos formidables plátanos que se decía habían plantado los dos hermanos Agamenón y Menelao, reyes de Micenas y de Esparta respectivamente, antes de partir para el asedio de Troya. Uno de estos plátanos estaba en Delfos; el otro en un bosque sagrado de Arcadia. Pausanias3 asegura haberlos visto mil años después de que se plantaran. El tirano Dioniso de Siracusa, que fue tan instruído como cruel, introdujo mis árboles en Sicilia hace veintiséis siglos, y los romanos me extendieron por toda Europa occidental en los comienzos de la era cristiana. Una romántica costumbre persiste en Grecia: cuando dos enamorados se separan, intercambian la mitad de una hoja de mis árboles como prenda de fidelidad, con la intención de volver a unirlas en el reencuentro.
ROBINIA.–¿A qué dioses estuvo unido tu destino, Plátano de tronco grueso y derecho?
PLÁTANO.– Al principio, Robinia norteamericana de flores ricas en néctar, pertenecí a la Madre Tierra. Mis hojas de cinco puntas aludían a la mano de la diosa. Más tarde, Hera, la diosa de brazos nacarados, heredó el rango de la primigenia diosa Gran Madre y a ella me dedicaron. Luego también fui de Apolo el que hiere de lejos.
AVELLANO.– Es un ejemplo más de cómo los dioses celestes de los aqueos sustituyen a las primitivas diosas cretenses de la fertilidad terrestre.
PLÁTANO.– Si un Olivo fue testigo de las aventuras amorosas de Zeus con la princesa Io, el árbol que pudo testimoniar acerca de los amoríos de Zeus y Europa fue un Plátano. Europa era una beldad fenicia hija del rey de Tiro y Sidón, nada menos que nieta del dios Poseidón por parte de padre y del dios río Nilo por parte de madre. Vivía en la costa siria en Asia Menor y muchos días iba con sus amigas a la playa para solazarse con divertidos juegos. Un día de esos en que el verano se apodera del cuerpo, las chicas se sientan en la arena a descansar. Europa está absorta contemplando las olas. Siente el mar por sus ojos, respira el mar por sus oídos, sobrevuela el mar a través de la inaudible gaviota. La blanca piel de Europa absorbe la luz. Zeus descubre a la joven y cae seducido por la transparencia de su cutis y por la simpatía de su carácter. Decide convertirse en un hermoso becerro blanco con objeto de atraer su atención.
(3) Pausanias fue un geógrafo griego que vivió en el siglo II d.C.
–“Mirad, chicas, qué becerro blanco tan bonito” –diría Europa a sus amigas. –“Europa, hijita, no te acerques tanto que con los toros nunca se sabe” –es seguro que le advertiría su nodriza, que estaba por allí vigilando. El animal era muy manso y sus ojos miraban con dulzura. Europa trenzó una guirnalda de flores y adornó con ella el cuello del toro, que no mostraba ningún reparo en comer hierba fresca en la blanca mano de la princesa. Europa se subió encima de él con la impulsividad propia de la juventud.
ROBLE.– Entonces, ni corto ni perezoso, Zeus-becerro aprovechó la ocasión y se echó a nadar mar adentro con la chavala sobre su lomo.
PLÁTANO.– Podéis imaginaros el susto de Europa, que se sujetaba como podía al grueso cuello del animal para no precipitarse al agua. Al fin se vislumbró en el horizonte la silueta de una costa. Se trataba de la isla de Creta. Allí se dirigió Zeus, todavía en forma de toro, entrando en la isla por la desembocadura del rio Leteo, bordeada de plátanos. A la sombra de un plátano recuperó la forma humana. La joven se enamoró inmediatamente del dios. De su amor nació Minos, el primer rey europeo, que se consideró hijo de dos civilizaciones: la oriental y la occidental, y que fue admirado por su sabiduría y justicia.
VID.– Es el padre de Ariadna.
ÁLAMO NEGRO.– Cuando Minos murió fue nombrado juez del Tártaro, lo mismo que su hermano Ramadantis y su hermanastro Éaco, de quien nos habló la Encina potenciadora de la vida más variada.
GREVILLEA.– Lo recordamos, Álamo negro de grueso tronco resquebrajado en sentido longitudinal. Continúa, Plátano que a veces creces naturalizado cerca de los cursos de agua…