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Visitarb Madrid. Una iniciativa para aprender sobre la vegetosfera

LA GRANJA DE SAN ILDEFONSO

Excursión de un día de duración para toda la familia

Punto de encuentro: Jardines del palacio de La Granja de San Ildefonso. Explanada de acceso a los jardines

Duración: De 10:30h a 18:30h

Nota sobre la comida (14:00h-15:30h):

Se harán dos grupos. Uno de ellos puede ir a comer al pueblo, por si quieren degustar alguno de los platos típicos (recomendamos los judiones, por supuesto).

El otro grupo (de bocadillo y tupperware) permanecerá en los aledaños del Lago. Allí existe un fantástico merendero de la época restaurado por Patrimonio Nacional

Partes del recorrido botánico:

El recorrido consiste en un paseo por la Zona de las Fuentes para luego caminar hacia el Lago a través del fabuloso bosque de pino silvestre. Nos iremos deteniendo entorno a los árboles más bellos y exóticos, ejemplares únicos de los que sólo se puede disfrutar en estos jardines, dada su rareza y las peculiares condiciones climáticas del sitio.

Una parte de la visita transcurre entre el bosque mixto de pino silvestre y melojo que forma parte de los antiguos dominios de Palacio, lugar de caza habitual de Felipe V.

Vivero, La Faisanera, Alameda del Medio Punto(Pza.de España), Plantel, Bosquete de la Melancoía, Jardín de la Real, Botica, Bosquete de la Fama, Parterre de la Fama, Bosquete de la Selva, El Nocturnal, El Potosí, Caja de Flores, El Colmenar, La Huerta, Cenador de Alfonso XII, Parterre de Palacio, Bosquete de los Vientos, Bosquetes de la Canal, Parterre de Andrómeda, Los Bolandrines, Bosquete del Cañón, Bosquete del Gordero, El Laberinto, Bosquete del Ochavo, Bosquete de los Perros, Bosquete de la Reina, El Gurugú, Último Pino, Partida de la Reina

INTRODUCCIÓN HISTÓRICA A LOS JARDINES DE LA GRANJA

Los jardines de la Granja se encuentran sin duda entre los más bellos de España y no sólo por su trazado y las conocidas fuentes que lo adornan, sino también por el propio lugar en que están situados, que les proporciona un marco majestuoso e incomparable.

Estos jardines se deben al palacio que se hizo construir Felipe V, duque de Anjou, nieto de Luis XIV y primer Borbón español, con ánimo de que le sirviera como lugar de retiro y recreo pues depresivo y neurótico, ya en enero de 1724 con 41 años -sólo cuatro años antes habían comenzado las obras con ritmo frenético y a finales de 1723 se habían finalizado- anuncó su abdicación en Luis, hijo primogénito de su primer matrimonio con María Luisa de Saboya, y se retiró a La Granja. Inesperadamente muerto Luis I a los pocos meses, Felipe V se vió obligado a reasumir el trono en el que permanecería hasta su muerte en 1746. Así, el palacio y los jardines que se habían convenido con un carácter intimista dado su destino, hubieron de ser modificados y ampliados para la función de representación que deberían asumir como sede de un monarca, Rey de España y de las Indias, que protagonizaba uno de los papeles más importantes en la política europea.

El lugar elegido, al pie de la Sierra de Guadarrama en Segovia, con sus nevadas cumbres durante gran parte del año, proporcionaba agua en abundante cantidad a lo que se añadían diferencias de cotas muy considerables, de hasta 60 metros que se aprovecharon con notable acierto para alimentar el conjunto de las veintiséis bellísimas y singulares fuentes que, junto a la gran cascada y la ría, caracterizan los jardines. La fuerte pendiente del terreno permitió a René Carlier, arquitecto francés llamado por el rey, organizarlos en grandes terrazas escalonadas consiguiendo crear efectos de gran profundidad. Se creó, en la parte más elevada del terreno, un gran depósito o lago llamado el Mar que , al mismo tiempo que desempeñaba sus funciones hidráulicas, sirvió como espacio lúdico para pasear a bordo de embarcaciones traídas desde Aranjuez.

Las piezas ornamentales del jardín, incluidas las fuentes, fueron producto del trabajo de numerosos artistas franceses que organizaron sus talleres en el próximo Valsaín.

se utilizaron dibujos de Le Brun, ejecutados con destino a Versalles y no aprovechados allí. El resultado fue un repertorio de cincuenta y cuatro estatuas y veintiséis fuentes con un conjunto de 148 esculturas, que merced a su ingeniosidad hidráulica y a la belleza de los surtidores y chorros que lanzan, alcanzan efectos magníficos y espectaculares como la Fuente de la Fama donde ésta, cabalgando sobre Pegaso, proyecta por su trompeta un chorro que alcanza 50 metros de altura visible desde la ciudad de Segovia.

Responsabilizado Marchand de los jardines y de las plantaciones Boutelou y Joli, ayudados por algunos italianos, importaron de Francia y Holanda numerosos árboles y se trajeron de otras provincias españolas boj y arbustos, conservando y rehabilitando los árboles y la flora autóctona.

A la derecha del Palacio y frente al patio de la Herradura se encuentra el Parterre de la Fama, formado por dos rectángulos consecutivos que finalizan en la fuente del mismo nombre. A espaldas de ésta, después de atravesar un bosquete aparece otra gran fuente: Los Baños de Diana. Las avenidas que parten de ella llevan, por diversos itinerarios jalonados de fuentes interpuestas en sus trayectorias, a acceder a la fuente de Andrómeda que, enfrentada  a la fachada principal del Palacio, aunque ligeramente desplazada de su centro, es el origen de un gran curso de agua que se bifurca en la Media Luna. Uno de sus brazos descienda hacia el palacio por la Ría y rodea la terraza inferior con una fuente que se llama de la Selva. El otro brazo, cegado, comprende una línea de seis fuentes escalonadas que reciben el nombre dela Carrera de Caballos, desplazada hacia un lado del eje central ocupado por la gran Cascada que arranca en la parte superior en la fuente de las Tres Gracias, rematada por el exquisito Cenador de Mármoles, y muere en la de Anfititre (Anfiteatro) que se remata con un bello parterre antes de llegar al edificio.

Hacia 1985 el Departamento de Parques, Jardines y Montes del Patrimonio Nacional inició una serie de trabajos de restauración encaminados a devolver estos jardines su antiguo esplendor y que han permitido, entre otros, recuperar el perdido laberinto.

Adaptado del texto original de Carmen Añón Feliú

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