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Visitarb Madrid. Una iniciativa para aprender sobre la vegetosfera

Baños verdes: definición

Como no podría ser de otra forma,  la palabra baños se asocia a dejarse envolver, sumergirse, sentir el  contacto en nuestro cuerpo con algún agente físico o substancia, ya sea agua, barro, espuma…  eucalipto, vapor, leche de burra… o incluso sol, luna o niebla.

Hay cuerpos bañados en plata o en oro que nos engañan con el valor de la fina película que les envuelve.

Baño puede ser también el  barniz cultural que no ha llegado a penetrarnos, o la profunda derrota que hemos sufrido bajo algún competidor. También hay baños turcos y de María

Nosotros hablamos de baños verdes, baños de plantas, hierba, flores, hojas y árboles. Hablamos de sentirnos inmersos en esa gran capa vegetal a la que hemos decidido llamar vegetosfera (*) como sinónimo de redondez, de envoltorio vivo, inmenso, protector, fértil y nutricio.

De pequeños, los efectos del “kit del baño” eran tan relajantes que  la sensación de descanso y reparación sigue unida desde entonces a la palabra. Y eso que parte de su encanto  ha desaparecido junto con las bañeras. No sentimos lo mismo cuando decimos “voy a ducharme” que cuando hablamos de “darme un baño”. De hecho esta expresión apenas la utilizamos ya a diario, conscientes del derroche de agua que representa.

Los mayores hace tiempo que nos despedimos de jugar con la espuma, de sumergirnos junto a nuestros muñecos flotadores o de hacer competiciones de apnea bajo el grifo. Ahora solo nos duchamos, aunque si  tenemos la suerte de seguir bañando a nuestros hijos o nietos estaremos siendo testigos del poder transformador que este simple acto sigue teniendo: convierte la vigilia en sueño, la serotonina en melatonina y la risa desbocada del pequeño cuando le secamos con cosquillas en el deseo de un dulce sueño. (Al menos eso es  lo que esperan los adultos agotados al terminar el día)

Muchos de nosotros todavía conservamos en nuestra amígdala cerebral  algunos de estos recuerdos y asociaciones emotivas. Por eso la palabra “baño” despierta parte de ellas, así que la seguimos utilizando para  aliviarnos cuando se va acercando el verano y nos imaginamos nadando en el agua tranquila de las piscinas de mediados de junio o cabalgando sobre las grandes olas de un mar sin playa,  solo brisa, movimiento y sal en el cuerpo.

Llamamos baño verde a un plácido paseo bajo la sombra de gigantes,  pisando tierra enraizada, al tiempo que aspiramos el suave perfume de la hierba y nos acercamos a humildes matorrales o arbustos que nos ofrecen cualquier maravilla natural. Entonces nos paramos, observamos e incluso  acariciamos un producto que nos atrae por su color, forma o textura… Puede ser flor, fruto, corteza, hoja o espina, pero lo contemplamos admirando su hechura, valorando su función o sugerencias. Y seguimos nuestro paseo flotando en la atmósfera creada por tantas bellezas

Hay baños cortos y largos, superficiales o profundos, igual como pueden ser los verdes, dependiendo del tiempo  que queramos dedicar. Pero a diferencia de cuando nos bañamos en playas o ríos donde las corrientes pueden alterarnos, en nuestros baños verdes no sufriremos ningún riesgo.  Por el contrario, el agua sólida en que nadaremos solo es beneficiosa, incluso medicinal.

Los parques donde nos bañamos son protectores por su silencio y sosiego, nos permiten obtener todas las consecuencias positivas para la salud que tiene el caminar y nos proporcionan aire limpio, oxígeno, frescor, protección de radiaciones y la acción de valiosos terpenos con los que  regulamos nuestra tensión arterial, coordinamos nuestra respiración con los latidos del corazón y activamos nuestro sistema inmunológico.

Los baños verdes son auténticos antídotos para el estrés porque  estimulan nuestro sistema nervioso parasimpático y con ello reducen toda la activación fisiológica propia de la ansiedad. Además  nos invitan a un pensamiento más creativo y centrado en el momento presente, un aquí y ahora especialmente elegido y que nos entrena en todas aquellas fortalezas directamente  conectadas con el bienestar psicológico.

El paseo por un parque, puede “desconectarnos” del modo automático  en el que nos sitúa la rutina diaria y proporcionarnos esa “atención descentralizada”  de la que hablan los neurólogos como “incubación” o “liberación del inconsciente” y que tanto favorece la aparición de buenas ideas. En este proceso el ingrediente biológico fundamental es la dopamina, el neurotransmisor que se libera cuando una persona se relaja, amplia la motivación y la posibilidad de creación de ideas y disminuye la tristeza y la depresión

Sentir el baño de naturaleza  es disfrutar y el disfrute nos mueve a la gratitud y de ahí, con un pequeño salto,  podemos salir y trascendernos a nosotros mismos mediante  el propósito y el compromiso de cuidar lo que nos gusta, de amarlo.

Un baño verde  siempre nos enseña. Apenas tenemos que hacer esfuerzos para mantener la atención porque la enorme  y compleja diversidad de especies vegetales que nos rodean nos absorbe estimulando nuestra curiosidad y el deseo de  conocimientos. Puede que a todos los que iniciamos nuestra apertura al mundo botánico se nos pueda aplicar la frase que escribió  Gabriel García Márquez en Cien años de soledad: “El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”.

Todos aquellos que ya son expertos nadadores o que dominan con destreza la capacidad de “nominar”, encontrarán también la oportunidad de entusiasmarse. Las simas de conocimientos botánicos en las que pueden sumergirse en un paseo son inacabables, no se les ve el fondo. Cualquier búsqueda activa que emprendan les ofrecerá nuevos conceptos que explorar, disipará su aburrimiento y les conducirá a numerosas situaciones de asombro.

Estos buceadores podrán pensar sobre las plantas, con detenimiento,  analizarlas desde distintos puntos de vista: utilidad, estética, poder, mitología o buscar pruebas fehacientes para tomar decisiones de clasificación,  es decir, potenciar sus habilidades de juicio crítico y mentalidad científica. ‘Descubrir y caracterizar lo vivo’ , diría Santiago Castroviejo, el que fuera director del Jardín Botánico de Madrid, aunque algunos elementos de  observación pertenezcan a esa “naturaleza escondida” que los humanos somos incapaces de ver a simple vista o de sentir diferencialmente, pero de la que gracias al análisis microscópico y sofisticados instrumentos de laboratorio  los científicos nos aseguran su existencia.

Curiosidad, observación, estudio, memorización, recuerdo, comprobación, investigación  o repaso serán habilidades con las que el “paseante-bañista” podrá desarrollar sin límites su capacidad de disfrute y contribuir a su mantenimiento intelectual e incluso a su rejuvenecimiento cognitivo.

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(*) La posibilidad de contemplar nuestro planeta a través de las fotografías de satélites nos permite acercarnos al concepto de vegetosfera. A decenas de kilómetros de distancia el  globo azul es también verde, blanco y ocre porque son muy perceptibles diferentes unidades biogeográficas asociadas a una banda climática latitudinal, que aunque con límites difusos, se caracteriza por una vegetación propia. Así, desde suficiente altura podremos  diferenciar 1.- los hielos perpetuos donde la mínima vegetación  es submarina, de algas unicelulares, 2.- la tundra o desierto frio con arbustos de brezo, sauces, abedules enanos, líquenes y gramíneas. 3.- la taiga, o bosque uniforme de coníferas cuya explotación deja ver ahora enormes espetas y praderas. 4.-  los bosques templados  compuestos en Europa de robles y hayas, mezclados con tilos y arces, árboles de hoja ancha y caduca, herbáceas, arbustos, landas de brezos y retamas y los bosques mediterráneos  de hoja perenne endurecida como  las del Quercus o del Eucalyptus.  5.- Las estepas alejadas del mar. 6.- los desiertos cálidos.  7.- Las sabanas de las regiones intertropicales. 8.- Los bosques tropicales secos y los húmedos o selvas . 9.- Y ocupando los mares los biomas marinos, del litoral o de las profundidades con  una abundante masa vegetal fija o errante de múltiples algas.

 

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